¡Qué estruendo tremendo!
Los truenos de esta tormenta que tarda tanto en llegar, te obligan a mirar al cielo. Cargado de nubes gordas y apuradas, lleno del poder de un viento amenazante y yo aquí en medio, sintiéndome nada.-
Estoy tan a su merced, casi asfixiada y tiro mi cabeza hacia atrás con el deseo incontrolable de que alguna de esas primeras gotas acierten en mi cara.-
Y así, poco a poco, ellas llegan pequeñas, silenciosas para luego transformarse en grandes, vigorosas y crepitantes gotas de lluvia.-
Alargo mis brazos como alas de pájaro mojado y giro, giro casi como si bailara y ahora la lluvia y mi vestido son la misma cosa, yo misma me siento parte integrante del agua que cae.-
Soy un millón de gotas que me atrapan. Soy el consuelo del campo abierto de ríos sedientos. Me siento incluso parte del líquido que moja tu rostro en las mañanas y pronto seré tal vez, la humeante taza de té que yo misma beba mientras se seca mi ropa empapada.-
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