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Montevideo, Uruguay
Escribo desde siempre. Sin pretensiones intelectuales, ni locas vanidades de reconocimiento. Alentada por la persona que más amé en el mundo, a quien agradezco y humildemente dedico este blog... a mi madre.-

miércoles, 8 de febrero de 2012

EL HOMBRE DE LAS PALOMAS




Como todas las tardes el hombre llegaba, con sus manos sucias, su cabeza blanca, con su ropa pobre y su larga barba. Y a la misma hora, bajo el mismo árbol de la misma plaza, volaban al cielo miles de migajas; entonces el mundo se volvía alas.
Y en toda la plaza un gran alboroto, los niños gritaban al ver la bandada de pequeños picos y de ojitos rojos..
Todas tenían nombre: Pecho gris, Rojiza, Azulada, Enorme, Tortolita linda, La de ojos saltones; todas eran grises pero había marrones y si una faltaba, el hombre buscaba por los cuatro vientos y entre mil rincones. Alguna traviesa subía a sus hombros y le picoteaba su camisa vieja, le hablaba despacio, casi con tristeza y se la quitaba con delicadeza.
El silbaba alegre algunas canciones a cambio de arrullos o gemidos tristes y a veces lograba por unas monedas, comprar una bolsa pequeña de alpiste.
Un día de otoño, el hombre no vino y aquellas palomas salían de sus nidos; volaban muy cerca del banco vacío y entre ellas hicieron un gorjeo distinto.
Ha pasado el tiempo y todas las tardes, a la misma hora y en la misma plaza, desde los pretiles de antiguas casonas vigilan el banco que sigue vacío, por si acaso vuelve el humilde hombre con sus ropas viejas y alegre silbido.


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