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Montevideo, Uruguay
Escribo desde siempre. Sin pretensiones intelectuales, ni locas vanidades de reconocimiento. Alentada por la persona que más amé en el mundo, a quien agradezco y humildemente dedico este blog... a mi madre.-

sábado, 18 de julio de 2009

FLOR EN EL MAIZAL



Sé muy bien que mi conciencia antes de mí, ya existía.-
Yo me sentía una extraña entre mis similares, tal vez fui confundida o tal vez ignorada, no sé si había alguien que así nos controlara, sólo sé que mi esencia allí estaba encerrada, a oscuras, en silencio, suspendida en el tiempo como aletargada.-
De pronto una energía impulsó mi materia y fui roce, resplandor, un empujón, euforia, o todo al mismo tiempo.- Mi cuerpo tomó cuerpo.- Mi espalda despegaba de alguna espalda ajena y se formó un espacio de aire, luz y brea.-
Sufrí, como sufren los humanos cuando pierden a quien aman en un viaje a contramano; sentí pena de mí misma al caer por un abismo, sin saber que ese final era un principio.-
Y en el aire, respiré por vez primera, fui lanzada a la volea y quiso alguien que cayera en el medio de la tierra y fui simiente.- Sentí el sol tan de repente que dejé que me fundiera siendo última y primera, tan quebrada y tan abierta que de mí, surgió un atisbo de raíz y al viento me estremecí.-
Me distingo en el tapiz que, plantado de maíz, tiene una corola rubia; yo no sé si soy feliz, sólo sé que este verano, me tomarán en las manos y me abrirán la matriz en busca de otras semillas que no serán hijas mías, soy yo misma de otra forma que no es otra que la vida.-

sábado, 11 de julio de 2009

LETICIA (Mi pequeña cachorra)


Mi perra se ha sentado bien erguida y derechita sobre una pequeña loma que hay en el jardín.- Atenta y casi inmóvil no se parece a un perro, tiene cierto aire de estatua y su silueta se estampa sobre el azul verdoso del lejano horizonte.-
¿Qué mira me pregunto?
Y yo misma salgo a recorrer con la vista el paisaje sin hallar ese punto fijo que tanto llama su atención.- Tal vez su alma canina pretenda correr tras un grupo de garzas que vuela hacia el tajamar.- Tal vez escuche lejanos llamados de otras jaurías que yo no logro escuchar.- Quién sabe qué olores extraños el viento le alcanza a su hocico negro rodeado de pelitos dorados.-
Yo tengo la idea que en su pequeña cabeza existen pensamientos, al menos eso quiero creer; que ella piensa, que ella siente, que ella me quiere.-

viernes, 10 de julio de 2009

PAN



Después de haberle pedido leña, el hombre salió encantado a buscar la carretilla para llevarla al leñero.- Sabía que si la cocina se prendía tan temprano, era porque habría algo rico para acompañar la merienda.- Y se fue a golpear madera, a trozar con el hacha los rolos de cernos rojizos y al entrar en calor imaginaba arrolladitos de crema pastelera, torta de chocolate con almendras, tal vez alguna isla flotante que comería como postre a mediodía, en fin, Martín seguía golpeando y saboreando.- En el monte de eucaliptus los golpes se expandían con el eco y los pájaros callaban.-
Sin embargo en la cocina, el proyecto era más simple, primitivo y cotidiano, el proyecto era hacer pan.-
La unión de la tibia y espumosa levadura al resto de los ingredientes, en ese amasado rítmico, implacable y algo cansador, se me antojaba obra de alquimistas o como de aquellos magos de cuentos antiguos que fabricaban pociones de fórmulas secretas.-
Luego, la verdadera magia se apoderaba realmente de la cálida cocina.- Aquel bollo leudando, creciendo, duplicando su volumen bajo extraña ley física.-
Martín llega con la carretilla alta de leña y se ofrece para apilarla bajo la cocina de hierro, sólo para tener la oportunidad de cotejar la realidad con sus cavilaciones, pero no logra ver más que aquella redondez que aumenta.-
Más tarde aquella masa toma forma y desde el horno se empieza a sentir el aroma inconfundible del pan que va inundando, poco a poco toda la casa.-
Es casi mediodía, Martín desensilla el caballo y entra dispuesto a tomar unos mates antes del almuerzo.- Sobre el mantel a cuadros, una hogaza caliente y brillante de pan de campo.- Lo corta con las manos, crocante por fuera y humeante en su interior; lo unta con un poco de manteca que, al simple contacto, se derrite y chorrea y al llevarlo a la boca piensa en cómo le gustaría aprender a rezar, sólo para agradecer el bendito pan de cada día.-

miércoles, 8 de julio de 2009

VIDA DE PUEBLO




Mariano se ha ido y dicen que no volverá jamás.-
¿Por qué habría de hacerlo? No dejó familia y sus contados amigos le han vuelto la cara cuando más los necesitaba.-
Perdió su trabajo en la curtiembre al igual que sus compañeros que, creyendo tener sustento asegurado, no vieron posible que la empresa cerrara por quiebra.- Se oyó de todo en el pueblo, que fue una maniobra fraudulenta de los dueños, que ya se veía venir por el desatinado estilo de vida que llevaban, incluso se habló que el dinero lo habían sacado a escondidas, una noche en que los perros no paraban de ladrar y que seguramente a estas alturas, ya estaría depositado en alguna isla paradisíaca.-
Lo cierto es que Mariano anduvo golpeando puertas.- Primero las de sus conocidos de toda la vida como era Juan Pablo Ferreira, quién era dueño del gran almacén de ramos generales, pero Juan le dijo que no podría pagarle un sueldo decente y encima pagar aportes jubilatorios, por lo que le ofreció una miseria sin futuro que, para reacomodar el cuerpo por su reciente despido, aceptó.- Con el pasar de los días el trabajo iba aumentando y no iba en proporción con la paga acordada, además aquel arreglo de boca de almorzar juntos en la casa e Juan, nunca se hizo realidad por lo que el sueldo se le iba en alquiler y comida.-
Después golpeó la puerta de los referidos de la zona y fue a dar a la estancia La Cueva en donde se solicitaba gente para la recolección de papas.- Consiguió un sombrero y allá fue, subido en el camión que recogía a otros quince que, como él, pasaron agachados todo el día.- No era malo el arreglo, el dueño les daba almuerzo y descanso a mediodía, leche y galletas para llevarse por la tarde en el camión de regreso y las papas que necesitasen.- Pero todo lo bueno termina y terminó la cosecha.-
Mariano siguió golpeando puertas y llegó a la Junta Local donde le dijeron que no había vacantes pero que como era año electoral, algo habrían de inventarle, así que dejó sus datos y se fue para su casa.- Allí prendió un cigarro, avivó el fuego y en las cenizas tiró tres papas para cenar asadas cubiertas con algo de grasa; un trago grosero de caña y se durmió sin muchas esperanzas.- Sin embargo al día siguiente por la radio se escuchaba la noticia: “…Habremos de comenzar las obras de saneamiento en los rincones más recónditos del país…” Y si se trataba de esos rincones seguro que hablaban de San Fernando de los Moros que era el lugar donde Mariano había vivido durante los últimos veintitrés años de su cincuentona vida.-
El había llegado al pueblo a fines de los ochenta con un grupo folclórico que se llamaba “Los Parrancheros”.- Tenían bastante éxito con su repertorio de autoría propia que olía a zurda mezcolanza de polca con milonga, barba, bigote, mate y pelo largo y una interminable lista de muchachas que se acercaban depuro ansiosas a los tablados, para ver a las estrellas de la banda.- Y así fue como una noche conoció a Joaquina Estévez Logroño, hija del acaudalado Estévez, dueño casi de la mitad del Departamento de Durazno.- Y empezaron las miradas, las dedicatorias de los temas y cuanta guasada interminable de devaneos de celos y te quieros entre las fanáticas del grupo.- Cierto es que Joaquina sufría los tormentos de sus rivales y los de su propio padre, quien no quería ni escuchar hablar del barbudo comunista que andaba detrás de la nena.- Por otro lado Marcelina Logroño de los Santos, madre disgustada pero madre al fin, trataba de hacer de nexo entre la muchacha y su padre y a la vez sentía que Mariano, en el fondo, era un buen muchacho al que, peluquería mediante, podría aceptar por un tiempo de visita en su casa; Marcelina sabía bien que cuanto más se opusiera, más rápido crecería el capricho de su hija.-
Mientras tanto en la radio no dejaban de hablar los políticos de turno y los de fuera de turno también y ya para ese entonces de las cavilaciones recordatorias de Mariano, los candidatos ya estaban colgando focos de luz hasta por dentro de los aljibes.-
Esa misma tarde lo llamaron de la Junta y le dijeron que se presentara a las siete de la mañana del día siguiente, a la orden de Manuel González, alias El Maco, para cavar zanjas para el saneamiento.- Y bueno, pensó.- Nada podría oler peor que como olía aquella curtiembre y salió contento con su nuevo estado laboral de empleado público.-
Con El Maco la cosa anduvo bien.- El Maco era el jefe de una cuadrilla de seis empleados: dos maquinistas, dos poceros, un técnico en conexiones y otro, Lalo, que siempre estaba ahí y no se sabía bien para qué.- Mariano y Pintos, los poceros, se turnaban para cavar mientras los demás miraban, cuando cerca de las diez de la mañana El Maco decía:
- Muchachos, vamos a descansar un ratito.-
Y se prendían los cigarros y se tiraban al suelo como a descansar mismo.- Veinte minutos después retomaban la tarea; una de las máquinas apisonadoras se encendía con un estruendo molesto, alisaba unos centímetros de balasto y se descomponía.- Y ahí la apagaban y Lalo se encargaba de abrir la tapa del motor y registrar todo con aires de mecánico de fórmula uno, casi hasta mediodía.- Por la tarde pasaba algo parecido, aunque el técnico en conexiones también hacía algo de poda de árboles, por lo que la zanja no avanzaba con mucha rapidez.-
Al día siguiente amaneció lloviendo y la cuadrilla se presentó en el corralón municipal, firmó asistencia y esperó a que amainase la lluvia, cosa que no sucedió por una semana, por tanto el trabajo se convirtió en la rutina diaria de llegar, preparar mate, repartir cartas de truco y estar a la orden por si el temporal tiraba alguna rama sobre la calzada, cosa que tampoco sucedió.- Al cabo de dos meses teníamos el saneamiento de una cuadra y media a estrenar.-
Llegaron las elecciones y El Maco se aburría de tanto criticar las campañas políticas.- El decía que todas eran iguales, que para lo único que servían era para limpiarle la cara al pueblo, tapar algunos baches y por supuesto ligar todo tipo de artículos propagandísticos como vinchas, llaveros, pegotines y capaz que, con suerte, regalaban termos con la cara de Aparicio.- Entonces la cuadrilla se instaló a la entrada del Club Social, donde la comitiva pasaría la tarde gritando discursos, porque decían que esta vez regalarían celulares.- Pero como siete teléfonos no tenían, les dieron cuatro bufandas y tres gorros de lana con los colores de la patria.-
Por otro lado la Junta los convocó para decirles que los recursos para la obra se habían terminado y como el contrato había sido firmado por tres meses, deberían seguir con la poda y aseo de veredas por treinta días más.-
Por tanto se deduce que San Fernando de los Moros quedó con una cuadra y media de red cloacal lista para ser conectada a la siguiente cuadra y media de las próximas elecciones.-
La siguiente ocupación de Mariano fue de lavaplatos y eventual cocinero de la parrillada y salón bailable “El Hornero”, ya que a él no le molestaban las cucarachas ni los ratones que por allí abundaban.- Desde entonces empezó a perder el apetito y hasta lindo quedó con unos quilitos menos.- Durante esa temporada conoció a Venancio, quien fuera un gran compañero de pesca.-
En realidad iban a un gran barrancón, agreste como pocos, lleno de palmeras altísimas.- Allá abajo, en su valle, casi inadvertida, pasaba una corriente de agua fresca rodeada de juncos y helechos, que los lugareños llamaban Molles; era demasiado espectacular el lugar para que sólo dos almas lo disfrutaran.- Entonces armaban carpa y fogata y desparramaban ollas y todo cuanto llevaban para pescar.- Así se aprontaban a pasar lunes y martes como si fuera fin de semana, ya que eran los días en que El Hornero cerraba.-
Generalmente sacaban una truchas barrosas, que ya los tenían medio cansados, pero esta vuelta vieron bagre y justo pescaron uno enorme.- Para cuando hubieron terminado de comer, se tiraron a descansar en medio de tanto verdor que dio pena hablar y de a poco se durmieron con una airecito tibio y el cantar de los pájaros.-
Así pasaban los días, cocinando, lavando pisos, yendo a pescar, contando cuentos, riendo, en fin, haciéndose amigos del alma.-
Un día Venancio empezó a faltar al Hornero y el trabajo se duplicaba, especialmente los viernes y sábados de noche, cuando se juntaban los jóvenes para el baile, hasta que apareció diciendo que debería irse a la Capital para hacerse un tratamiento médico sin importancia y que por favor no le preguntaran más nada porque ni él sabía qué era lo que tenía.-
Mariano recibía cada vez más salario y más propinas por lo que empezó a vislumbrar la idea del ahorro.- Se compraría un par de botas marroncitas que hacía tiempo que las venía mirando y capaz que hasta una camisa presentable.- Y pasó el tiempo, mucho tiempo donde nada hacía más que trabajar y dormir.-
Un día recibió una carta de Venancio y loco de contento leyó que lo habían operado de la próstata y que había quedado como un gurí chico; que vivía en una pensión cerca del hospital y la terminal de ómnibus, pero que lo mejor de todo era que de tanto que lo habían cuidado en la pensión, la dueña y él se habían enamorado y ahora compartían dormitorio y administración.-
Dobló con cuidado y guardó la carta en un bolsillo y se fue a pescar por primera vez solo, en honor a la recuperación de su amigo.- Pero el barrancón sin Venancio no era lo mismo, las cartas de truco se transformaban en solitarios, y se volvió sin bagres, sin truchas, pero habiendo releído hasta el cansancio el romance de pensión.-
- Ojalá a mí también la vida me dé una sorpresa linda- pensaba de regreso al pueblo.-
Ya era de nochecita cuando pasó cerca de la curtiembre abandonada y seca como lonja, cruzó la cuadra frente a la vidriera del almacén de Juan donde vendían una guitarra parecida a aquélla que usara en su banda, y siguió de largo hasta llegar al corralón cerrado, donde las aplanadoras y tractores descansaban tanto aburrimiento.-
Llegó a su casa, encendió un cigarro, tomó unos cuantos tragos groseros de caña, miró sus botas marroncitas y flamantes y dijo en voz alta:
- Mañana temprano compro un boleto y nos vamos, nos vamos bien lejos de San Fernando de los Moros.-

sábado, 4 de julio de 2009

JUANA



(A mi abuela Etelvina)


Hoy colgué el cuadro de mi abuela
en la infinita pared de mis recuerdos;
tiene un marco ovalado y trabajado
con motivos de lises y arabescos.-

Todo su cuadro parece un gran camafeo de aquéllos que colgaban las jóvenes al cuello con cintas de terciopelo y al asegurarlo a la pared, quedamos frente a frente, mirándonos, reconociéndonos.- Ella sepia, robusta, llena de ilusiones y yo adulta, buscando en mis colores, el tono del recuerdo.-
- ¿Cómo está hoy?
- Celeste con dos nubes blancas como corderos que corren por la inmensidad del cielo y el sol…
- Ya sé, el sol está brillando como bola de fuego.-
- ¿Cómo sabes abuela?
- Lo sé porque lo siento tocando el muro tibio, lo sé porque lo siento tan cerca de mi cuerpo, que hay veces que me olvido que ya no puedo verlo.-
Los ojos de mi abuela sufrieron el proceso de los que quedan ciegos, se fueron apagando en un misterio negro.-
Ella aprendió el secreto de caminar a tientas, midiendo las distancias con los brazos abiertos y contando los pasos con silencios discretos, al punto que la gente que no la conocía, difícil se enterara de sus ojitos muertos.-
Qué triste sentimiento a mí me provocaba, llegar hasta su casa y ser casi auscultada por sus pequeñas manos ansiosas de medirme y siempre me prohibía que yo me presentara.- Se tomaba su tiempo mientras me adivinaba con sus caricias locas como de mariposa y al llegar a mi pelo, a mi trenza sedosa, jubilosa decía:
- ¡Qué grande estás Alicia!
Y ahora, frente a frente, me mira y se da cuenta que soy la misma niña que acunaba en sus brazos, mientras la fiebre ardía.- Ahora más que antes me ve con claridad, recuerda aquella tarde que solas nos quedamos y aprendí a caminar.-
La dejo suspendida, intacta en mi memoria, salteándome cuarenta años de mi vida y la veo tan joven detrás de aquellos lentes y digo simplemente:
- Te quiero todavía.-