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Montevideo, Uruguay
Escribo desde siempre. Sin pretensiones intelectuales, ni locas vanidades de reconocimiento. Alentada por la persona que más amé en el mundo, a quien agradezco y humildemente dedico este blog... a mi madre.-

sábado, 3 de septiembre de 2011

GITANITO URUGUAYO





Ya casi se cae la noche y el aire violento va,
los perros nerviosos vagan anunciando el temporal
y bien tarde un carromato, puso freno en el portal.
- ¿Quién era?, dijo mi madre.
- Es un grupo de gitanos. Quieren la noche pasar.
¡Gitanos!, pensé y un miedo muy difícil de explicar
me recorrió todo el cuerpo, igual como en la ciudad.
Varias veces los he visto por el centro caminar,
mujeres de anchas caderas, con el cabello trenzado,
largas polleras floreadas, con el hablar sin cesar
y que al pasar a su lado, cambian su rumbo sin más
y te persiguen diciendo que ellas tu suerte dirán.
Aquellos que no paraban, los que seguían su andar,
un montón de maldiciones se tendrían que llevar.
Aquí en el campo, mi padre, leche y pan les va a entregar,
una pieza, un fuego tibio para poder descansar.
Y las nubes se desfondan, el cielo empieza a tronar,
el agua llena y rebosa por el borde del brocal.
Santa Bárbara contenta, a todos hace rezar;
se encienden ramas de olivo para que no llueva más.
Al día siguiente los gallos cantaron y algunos chubascos vuelven a empezar.
El café molido y las tortas fritas lograron que el grupo viniera a charlar.
Entonces reunidos cerca de la estufa, una olla de cobre quieren regalar
y mamá la acepta de miles amores con muestras de aprecio sincero y cordial.
Cuentan que en la noche ha nacido un niño, dorado aceituna como su papá
y quieren ponerle en honor a Artigas, el nombre de su árbol: Ibirapitá.
El pequeño Ibi duerme todavía, rodeado de flores de un burdo sayal,
su madre lo mira con ojos de almendra, tan bella y callada se pone a llorar.
Esa misma noche hay fiesta en mi casa, se llamó al Notario y al cura Tomás,
se brindó con dulce vinito casero, fumaron narguile y luego a bailar.
Entre castañuelas y ropas doradas, guitarras y cantos, la luna se va.
Y a ese muñequito de ojitos morenos, me lo han ofrecido para amadrinar.
Sepan que yo tengo ahijado gitano que nació una noche en la Banda Oriental
y no sientan miedo, que es un hombre honrado, de buena madera...
de Ibirapitá.

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Yevgraf Sorokin - Familia gitana española

domingo, 28 de agosto de 2011

VEREDA ALTERNATIVA





Por costumbre, porque todos los días miraba hacia el cielo, aquella mañana vi pasar el avión en su vuelo hacia el este.
Crueles pensamientos llegan a mi mente y casi es el rito de todos los días pensar que esa nave pudiera explotar, entonces mis ojos se cierran y rezo para que esa idea yo logre borrar.
Camino de prisa por la gris vereda como si pudiera dejar de pensar.
Es que la cabeza juega con nosotros y con tanto juego se crean temores, locas sensaciones, delirios extremos que incluso, hasta hay gente que llega a sentir, ataques de miedo que le paralizan y hay otros que nunca vuelven a reír. Ah si yo supiera lo que es la locura, cuál mundo es correcto o cúal elegir y quién está exento de estos pensamientos y en un sano juicio poder decidir.
La locura ronda tan cerca del sueño que apoya su calva cabeza en la almohada y logra meterse en los pensamientos, sedienta de voces que no dicen nada. Llega despacito en ciertos momentos donde la tristeza nos cala por dentro y a veces se enquista como los gusanos que te van royendo, royendo, royendo.
Y el alma se enferma, se agota de miedos, el cuerpo se encierra dentro de la casa, no hablas con nadie, no puedes hacerlo y crees que la vida es todo un infierno. No comes, no duermes, todo es una farsa, donde tu familia no sospecha nada y un día te encuentran tan joven, tan blanco, tirado en el suelo con una sonrisa cercana al espanto.
Ah si yo supiera cuál fue aquel embrujo que cegó a tus ojos, que guió a tus manos; ah si yo supiera cómo revertirlo, cambiando la historia, volviendo al pasado, caminar de prisa por otras veredas, aunque sea locura tan sólo pensarlo.
Y cuando regreso por la misma senda y miro hacia el cielo celeste, soleado, encuentro en mi casa un retrato tuyo, que besan mil veces mis labios temblando y escucho en la radio la extraña noticia de un avión en vuelo que cayó explotando.

*

LIBERTAD DE EXPRESION





¿Qué hago ahora con tanta palabra atragantada,
si parecen espinas que se clavan y se quedan cobardes y en silencio?
¿Dime dónde las pongo,
si en mi pecho son flores que marchitan, antes que verse mudas e ignoradas
bajo una indiferencia que es guadaña?
Un viejo las asusta y estremecen, temerosas resisten en mi boca y creyéndose a salvo, se sofocan; no hay aliento de Dios que las proteja.
¿Qué hago ahora con ellas que susurran y en mis sueños fecundos sólo gritan, reclamándome un sol o una guitarra?
¿Dónde pongo palabras? ¿A quién cuento mi historia?
Si soy un campanario de mil guerras pasadas donde sólo convoca la tristeza y un silencio de muerte me desangra.
No hay pared de prisión que resista la cuenta de tanto tiempo sin formarme una llaga y al morir en mi pecho, habrá historias que no fueron contadas por temor a caer en el vacío de unos labios resecos de ignorancia.  Y hoy pretenden que diga, que confiese y que firme, sin haber hecho nada.

¿Dónde escribo tu nombre, sin que parezca un cuento? Sin buscar un aplauso ni que me den un beso, sin hacerme una herida en las entrañas ni que me den un golpe de argumentos.
¿Dónde podré escribir lo que yo siento?
¿Dónde podré librar esta batalla?
Si el silencio es rebelde prisionero y muere por gritar lo que uno calla.
¿Dónde podré escribir tu nombre entero sin tener que morir por esta causa?


*

sábado, 20 de agosto de 2011

PITANGUERO - Cuento




Quien nunca vio un pitanguero no sabe de belleza de pájaros y flores.-

Durante el verano es frescura y sombra para las gallinas que allí se amontonan, para caminantes que hicieron un alto y, atando el caballo, durmieron un rato. Sedientos gorriones huyendo de un gato, chicharras gritonas cantando sin asco; hay un universo viviendo en el árbol.-
El otoño trae miles carpinteros con sus picos largos y ese ruido seco, que de tanto darle a un poste cercano, lo han dejado hueco.
En invierno alberga toda clase de pájaros: churrinches y chingolos, canarios y azulejos, cardenales enormes y aquéllos casi negros. Vuelan sietecolores, pequeñas ratoneras, palomitas de monte, calandrias y jilgueros y hasta unos pajaritos que el nombre no recuerdo. Hay tordos y zorzales, hay viuditas y horneros y hubo hasta un casal de loro barranquero.
Cuando es la primavera sus frutitas rojas despojan al árbol de todas sus hojas y comienza entonces, la transformación: lo que fuera un árbol, se convierte en flor. Es como un encaje que cubre sus ramas, una filigrana de suave color y vienen enjambres de abejas ruidosas, miles mariposas y hasta un picaflor.-

viernes, 17 de junio de 2011

SI POR MÍ FUERA...





Si por mí fuera, la radio seguiría encendida.
Las ratas seguirían hurgando en los potes de basura a la vista del dictador.
Los ojos de los niños cada vez más vidriosos, cada vez más rojos, cada vez más muertos.
Los pueblos, como hormigas, peregrinando en procesión a sus trabajos, cargando en sus lomos las hojas del voto.
Los aires más viciados, las olas más gigantes, las bombas más silentes, mientras la luna seguiría controlando mareas y el sol explotando tornados de oriente a occidente.
Porque el planeta de tu mano en mi mano, de monte salvaje y arroyo cristal, sigue plantado de agapantos y alhucemas, mientras un zigzag verde controla tus latidos.



*

miércoles, 18 de mayo de 2011

ADVERTENCIA




Me levanté con el pie derecho, pletórica, irascible, obsesiva y pendenciera, tan alegre y jocosa como siempre pero por Dios...hoy no me contradigas, puedes salir herido o peor todavía, puedo sucumbir en la tristeza.

Y me preguntas por qué y ya te lo digo:
hoy me brota la locura en la cabeza,
se me vuelan las palomas hacia el norte,
siento frondas de amapolas en mi pelo,
quiero bailar, besar, volar siento que puedo.
Tengo en el pecho un rugir de bestia nueva,
un holocausto de silencios al acecho,
quiero morir y renacer de nuevo,
hoy quiero todo a lo que tengo derecho.



*

sábado, 19 de febrero de 2011

VUELO A RÍO




Abordamos el avión a las 16 hrs.
Era una tarde otoñal agradable donde el sol invita a entrecerrar los ojos y tal vez a dormitar en su tibio remanso, sin embargo el simple hecho de separarme de la tierra, siempre provocaba en mí la emoción que yo creía, sentirían los pájaros.
Por la ventanilla vi correr los arbustos. Las lejanas manos saludando, se hacían cada vez más pequeñas. Las casas, cuyas fachadas me eran familiares, regalaban otras perspectivas mostrando sus fondos, sus techos, sus íntimos patios.
Y todo disminuye ante mis ojos para advertir a otras escalas, mi ciudad amada. Su costa empolvada de arena, su enorme bahía y el cerro y luego un mar tan inmenso, que ya conocía de algún planisferio. Es seguro que los pájaros sienten ganas de llorar.
Al traspasar las algodonosas nubes rosadas, hubiera querido ser mejor persona pues era como tener el cielo bajo mis pies. Por alguna extraña razón, me sentía un poco ángel, un poco niña, un poco buena.
Un par de horas después, descendimos en Río de Janeiro y mi primer contacto con el funcionario de aduana, ya me provocaba una dicha interna similar a la alegría brasileña.
En las rúas atestadas de taxis, edificios y colores, la vida se vive a otro ritmo. Parece que nadie va en tren de paseo; todos corren, se agitan, todos bailan. Todos gesticulan, todo huele a frutas, a verdor y a playas.
Es casi imposible estar triste en Brasil. Incluso en las noches, cerca del hotel, bebiendo cerveza en un lindo café, un grupo de gente, blancos y mulatos, bailaban de a ratos un bonito axé.
Al fin la folía se hace general y todos cantamos sin saber cantar y vamos bailando la calle empedrada; al ritmo de samba se aprende a danzar.
Hoy la luna blanca se siente morena, la noche estrellada aquí brilla más y toda amargura se torna ambrosía, en tierra bendita por Iemanjá.
Otra vez me siento un ave; vuelo sobre o Redentor, por Bahía de Guanabara, por Floripa y Niteroi y me llevo las saudades danzando en mi interior.-

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viernes, 11 de febrero de 2011

LAS HORMIGAS





- ¡Ven pronto, trae una escoba o algo!
- ¿Qué pasa? ¿Qué es lo que hay?
- ¡Mira, ven al dormitorio! Una gran cantidad de insectos ha entrado por los zócalos y lo ha inundado todo.
No bien entrar, sentí bajo mis pies el crujido de estos bichos que, por montones, habían tapizado el viejo piso de madera. Seguramente la tormenta de esos días en que estuvo la casa cerrada, hizo que estas hormigas aladas hallasen refugio en el cuarto de mi padre.-
Barriendo, llené medio balde de un enjambre ruidoso y moribundo, sellé con veneno los lugares por donde creí que podrían volver a pasar y pronto se hizo la noche.
El cansancio era evidente, había manejado varias horas de contínuo para llegar a barrer toda la vieja casona, tender camas, preparar la cena para los invitados y ahora bajo la tibia ducha, los ojos se me cerraban de sueño.
Al fin en mi cuarto me recuesto, voy quedando floja, volando en los brazos del ensueño, alternando imágenes reales y extrañas hasta sucumbir inconsciente en un estado donde siempre me parecerá que estoy ausente.
La cortina se infló como un espectro cuando comenzó la brisa de la madrugada, se aquietaron los grillos y la luna plateaba los juncos de la laguna.
- ¡Ven pronto, trae una escoba o algo!
¡Mira, me atrapan, me llevan!
¡Ven pronto a salvarme, por favor!
Y subo y bajo escaleras, saludo a los mismos invitados de la noche anterior como si los viera por primera vez. Carmen, la hermana de mi cuñada está embarazada y me detengo a preguntarle si será varón o niña.
- Es niña -contesta ella- y se llamará Juana.
Qué raro, pienso. ¿Por qué usar el mismo nombre que ya le puso a su otra hija?
-¡Ven pronto! Vuelvo a escuchar.
Y sigo bajando escaleras hasta llegar a una puerta enorme. La abro lentamente y alcanzo a ver a mi padre desaparecer por debajo del zócalo. Su voz se hace pequeña y lejana pero sigue resonando como un eco: ¡Ven pronto a salvarme!
Le tomo por las manos y tiro, tiro de él y luego me despierto.
Mentalmente, como todos los días, repaso un plan de acción: vestirme, preparar tostados con manteca y mermelada y una gran jara de café caliente.
En la cocina preparo una bandeja; a la izquierda sus remedios y a la derecha su revista preferida. Voy haciendo equilibrio y como siempre, golpeo la puerta antes de entrar. Dejo el desayuno sobre una mesita, abro las cortinas para que entre la luz y mi padre no está. Aparentemente no ha dormido en casa, la cama aún está tendida.
Al salir, me llama la atención un murmullo casi inaudible. Apoyo la oreja en la pared y logro escuchar:
- ¡Estén alertas, ahora cuando ella se vaya, traigan la mermelada!

*

domingo, 6 de febrero de 2011

PASTOR DE MADAGASCAR




Minutos después de haber radiado el pedido de socorro, empezaron a tirarse al agua. Familias enteras tomadas de las manos, se lanzaban por la borda en suicidio colectivo. El pánico a morir ahogados les turbaba la mente de tal forma, que decidían ofrecerse voluntariamente a esa muerte tan temida. No vacilaban, no había pizca de instinto de supervivencia, no había esperanza como maderos flotantes.
Mientras todo ese pandemonio se lanzaba a los tiburones, vi cómo el horizonte naranja se perdía en la noche y por un instante, me sentí tentada a dar un paso al frente y terminar con mi suerte. No era consciente que durante esos minutos interminables me hallaba rezando en voz alta, cada vez más rápido, como un autómata, sin darle el sentido debido a esa plegaria:
- El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar.
El agua venía avanzando tan rápidamente como la noche. Mis zapatos ya estaban empapados. Algunos de los tripulantes que quedaban a bordo, me tendieron la mano para subir una escalerilla y volví a sentirme a salvo como una rata escapando de una enorme cloaca. Desde allí vi que el agua bullía de gritos y manotazos entre cadáveres y pensé que la Capital del Infierno debería lucir mejor.
Un joven marinero, de apenas veinte años, se aferraba a mi brazo con una fuerza dolorosa. Cuando intenté pedirle que me soltara, me ordenó de un grito: - ¡Siga rezando! Así lo hice, todo mi cuerpo rezaba aunque mis ojos y mi mente estaban a kilómetros de la fe cristiana.
Una hora más tarde parece que el mar nos ha dado un respiro; el nivel del agua permanece inmóvil y estamos varados en una miserable burbuja de aire que va a la deriva en un zigzag errante. No se oyen más gritos. Sólo algunos lamentos cansados.
Vine a conocer Madagascar y la estoy viendo en todo su esplendor, como una sombra amorfa dibujada de a ratos sobre las olas. Una semana atrás en Singapur, habían tratado de disuadirme de mi sueño aventurero argumentando que nada habría de encontrar de extraordinario. Y fue justamente ése, el motivo por el cual resolví comprar el pasaje. Yo no buscaba rarezas ni fábulas, ya las había encontrado por montones en la India, solamente quise cumplir con un sueño juvenil e inexplicable que, ahora que mi tiempo y mis recursos lo permitían, iba a ser realidad. ¿Iba a ser realidad?
Amanecía. El joven marinero dormitaba aferrado a mi brazo. El nivel del mar seguía igual que la noche anterior y mis zapatos se habían secado adquiriendo una dureza incómoda, sin embargo la sed y el hambre empezaban a sentirse y en esa parte más alta del puente de mando, nada había que sirviera a tales fines. El pedido de ayuda se había hecho a las 18 y 35 horas y yo no había querido merendar esperando la cena. Este viaje me sentaría tan bien que volvería a casa con un sinfín de cuentos y un par de quilos menos. A veces las mujeres perdemos la noción del disfrute pero no era el momento de regañarme a mí misma.
Ferdinand, el ayudante francés del Capitán, hablaba sin parar en un idioma incomprensible y a cada poco rato intentaba saltar por encima de la barandilla. Había quienes le sujetaban, le hablaban e incluso le maldecían. La locura y la muerte tenían boletos de primera clase.
Pronto volvió a ser de noche. Los crujidos del barco inundaban el aire salado y creo haber visto un lomo brillante y negrísimo de una ballena con mil moluscos adheridos, pasando a nuestro lado. Las horas vacilaban como vacilaba mi rezo en mis labios hinchados, doloridos y sedientos.
Desperté sobresaltada por el ruido del helicóptero y el salpicar frenético del agua en mi cara, eran como púas clavándose en mi rostro. Al fin nos rescataron.
Sentada en un ángulo de esa nave ruidosa, pude alcanzar a ver la enorme y majestuosa selva de mi soñada Madagascar y comprendí que era tiempo de volverme a casa y tuve la certeza de que ya nada me podría faltar.-

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viernes, 21 de enero de 2011

MI PARED BLANCA



Está frente a mí como siempre, muda inexpresiva, con esa blancura virginal que no conoce soles. Siempre allí, escudriñando mi vida, aprobando o no todos mis actos. Ella sabe cuantas veces he buscado su compañía, su defensa incondicional y su propio silencio. Otras tantas fue testigo de agasajos, nacimientos, bodas, risas y secretos, de desconsuelos y sueños.
Compartimos gestos sepias y sonrisas de color. Fue mi muro de lamentos, mi muralla y mi bastión, el sostén para mi Cristo y hogar para pecador.
Siempre buscando un motivo sin tener motivo alguno, nos vestimos con guirnaldas y convidamos al mundo en largas noches de fiestas y otras noches en invierno, mirando la luz del fuego, adiviné en su blancura, miles de sombras grotescas.
Tan parecida a un lienzo que sueña con un pintor, tan blanca como las hojas sin una carta de amor, mi pared yergue en la sala su vertical ilusión y sus huesos enyesados sueñan con una ventana, un aire tibio de enero y dejar mi habitación.

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viernes, 14 de enero de 2011

ATÓMICO




A yunque y fragua ardiente, mil buriles golpearon y esta barra en mi pecho, grosera, amorfa y fría, se tornó corazón.
Herrero de mis noches que atenazas mi alma, con candentes susurros moldeas mi pasión. Me formas a tu antojo, me derrito en tus manos y logras que encadene mi corazón al tuyo, en un solo eslabón.
Artista de mi mundo, yo soy tu creación.
De mi áspera caliza me vuelves un cristal, tan frágil de sonrisas, tan bello de mirar cuando tu luz traspasa mi prisma original y todo cuanto miro adquiere otros colores en mi mundo vitral.
Qué loca guerra existe entre las energías, que cambian la materia, la crean, la transforman, me acerca y me separa, de alguna u otra forma, de mi propio dilema que es tenerte y desearte, que es estar y no estar.
Tú eres mi propia fuerza, mi imán, mi polo opuesto. Mi química se mide tan solo con un beso y me siento explotar. Mis átomos dan vuelta y todo convulsiona. Alcanza que me mires, pierdo de vista el piso y comienzo a girar.
Viajo por tu galaxia y me aferro a tu cielo y en un bostezo blanco me descubro de nuevo cual trozo de cristal, colgando del metal que forjó aquel herrero.


L´Acceuil -Jean Pierre Augier

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