Hola abu, yo sabía que estabas aquí, sentada al lado del cantero de rosas.
Lo supe porque dejó de llover y el perfume se hace más intenso y sé que te gusta traer tu taza de té a la mesita del jardín.
Mi perra también te presentía y vino a echarse muy cerca.
Hay días que te veo desde la ventana y no me atrevo a venir para no interrumpir tu momento sagrado entre tus plantas, tus bromelias, tus helechos, tus incontables malvones. He procurado tenerlos podados como tú hacías, si supieras qué trabajo me ha dado la gran camelia, siempre botando pimpollos encima de la vereda.
Otros días no te veo y sin embargo te siento tan pegadita a mi cuerpo susurrándome consejos.
Ay abuela, qué difícil es no poder darte un beso.
