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Montevideo, Uruguay
Escribo desde siempre. Sin pretensiones intelectuales, ni locas vanidades de reconocimiento. Alentada por la persona que más amé en el mundo, a quien agradezco y humildemente dedico este blog... a mi madre.-

lunes, 16 de febrero de 2015

CARNAVAL


No estaba sola.
El ruido de los regadores marcaba un monótono compás a los grillos y mariposas nocturnas. Polillas y cascarudos fueron atraídos por la luz del farol que estaba cerca y se arremolinaban chocando entre sí.
Visperas de Carnaval, la gente empezaba a llegar en sus autos, encendían las luces de sus casas y uno a uno, los pequeños zaguanes de la cuadra se iban iluminando. Comenzaba el trasiego de bolsos y bicicletas y por un rato, el barrio entero era un aluvión de locos, una ilusión de niños.
Algunas que otras madres se saludaban como si en una semana hubiera cambiado el mundo. Sus risas se confundían con los reclamos de maridos hambrientos de atención, entonces el ritual sería el mismo cada tarde, la salida obligada de las compras y un rato después los fuegos encendidos y el olor de carne asada en las parrillas.
Ya no estaba sola. ¿Cómo iba a estarlo con esa multitud de gente llegando a sus casas?
De a poco los muchachos más grandes se iban juntando en la esquina y cuando consideraban que la hora era apropiada, partían en grupo y se iban para el Club. Otros incluso, se apersonaban con divertidos disfraces provocando las carcajadas más hilarantes.
Ya no estaba sola.
La noche bullía de luces y sombras, el cielo estrellado y la gente feliz.

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