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Montevideo, Uruguay
Escribo desde siempre. Sin pretensiones intelectuales, ni locas vanidades de reconocimiento. Alentada por la persona que más amé en el mundo, a quien agradezco y humildemente dedico este blog... a mi madre.-

sábado, 24 de mayo de 2014

HAMBRE DE MONTE




Mi cuerpo amanece lleno de ilusiones, de impulsos ignotos, valientes y osados.
Siento hambre de monte, de amanecer, de aurora, de café negro en silencio, de mi tierra sanadora.
Llevo en mis cacharpas tantos sueños que temo quebrar la esperanza.
Entonces, sola, paso a paso, casi como una intrusa, me siento conquistadora.
Emprendo viaje, enciendo mi alma con un gozo que no sabe de abismos o alimañas con la confianza tan infantil y genuina que no conoce riesgos.
Ando en la llanura espesa de silencios, bordeando acantilados de dañinos recuerdos y si en algún segundo llego justo al abismo, una ráfaga inmunda me golpea y detiene.
Es miedo.
Un miedo salvador e instintivo que me obliga a aferrarme a la calma segura, al olvido apacible y es pausa en el rellano, un alto en el camino, un suspiro de alivio al ver lo recorrido por más que lejos quede la meta del destino.
Me siento un peregrino de un espacio sagrado buscando mil respuestas que nunca he encontrado.
Duermo entre los juncos y a media luz despierto con una luna llena y un montón de estrellas... sin nombres. Nuevas, únicas, jamás vistas por el hombre, mías y es aquí que el camino deja en mí una huella imborrable.
Mañana trataré de hacer orilla río arriba y si mi cuerpo resiste esperaré la noche despierta para gozar en secreto la aparición de mi primera conquista. Ya nada se me hace imposible, estoy en mi ambiente rodeada de sauces y luciérnagas, confiada en que la ruta está hecha a la medida de mis pies cansados y la línea de llegada muta a la par que el color del cielo.

*

jueves, 1 de mayo de 2014

LA NUEVA VIDA




En medio de las sombras crepusculares y húmedas de la selva,
entre la densa niebla extrañamente tibia que condensa en los troncos y las lianas salvajes,
nubes de esporas suspendidas en el aire buscan su lecho en el enredado suelo.
Zumban los insectos y los monos chillan histéricos al despuntar el día.
La piedra que hasta ayer estaba seca o muerta,
hoy es fuente y origen, manantial de agua fresca.
Una gota aparece en la gruta sombría y con otras encausan su más libre albedrío
y perdiendo su esencia de la débil molécula son caudaloso río, cascada o remolino.
Por debajo, en lo más recóndito del sustrato, en un nido esmeralda de musgos y resacas
una mano invisible, brutal y poderosa se arraiga por impulso vital o divino mandato.
Crece.
Crece sumido en el silencio, rodeado del espanto de soledad silvestre.
Crece, va dejando su huella en este mundo nuevo: su cuna herida, su sombra, su perfume clorofílico y a medida que crece y se alargan sus frondas, aprende a convivir con la fiera y el viento, con la lluvia furiosa y con el rayo de luna.


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