Datos personales

Mi foto
Montevideo, Uruguay
Escribo desde siempre. Sin pretensiones intelectuales, ni locas vanidades de reconocimiento. Alentada por la persona que más amé en el mundo, a quien agradezco y humildemente dedico este blog... a mi madre.-

jueves, 7 de febrero de 2013

AQUELARRE




Enero, noche, calor, un abanicar constante, llevamos las reposeras para el medio del jardín y nos tiramos en ellas mirando tantas estrellas y una brisa suavecita nos hizo erizar la piel.
Charlamos, contamos cuentos, reímos sin saber por qué y bajo la luna llena entredormida quedé.
De pronto se hizo un silencio que me obligó a despertar y quién sabe qué demonio me llevó al monte a mirar.
Tras los árboles lejanos, unas luces se movían, ¿será un grupo de gitanos o será una ilusión mía?
Fui despacio como sombra, eludiendo hojitas secas, escondiéndome en silencio para llegar a mi meta.
Mientras me iba acercando vi una fogata encendida y mujeres que bailaban y con fuerza se reían. Algunas movían sus brazos como una gran pantomima, revoleando por el aire ramas de ruda y de quina. Otras gritaban al cielo invocando a los Infiernos...
¡Aquelarre, triste evento, en esta noche de enero!


*

domingo, 3 de febrero de 2013

INOCENCIA



El cielo celestísimo de enero se pintó de pájaros de todos tamaños gritando en desorden e histérico vuelo.
Sentí el temblor en los vidrios y una opresión en el pecho mientras, en el horizonte, una nube rojiza ascendía del suelo.
- ¡Estampida! - gritó el muchacho tirando las últimas naranjas recogidas del árbol.
Corrió como loco hasta la puerta del galpón y alcanzó en su huída, a entrar a Florinda, su yegua preferida y se quedó agachado entre sus cuatro patas como esperando un golpe.
De norte a sur venían como una tromba, como un malón asesino, miles de kilos de fuerza bestial rompiéndolo todo a su paso. Las ovejas corrían por la pradera perdiendo de vista su senda lineal y muchos corderos morían aplastados bajo ese inusual galope desbocado.
Entre la casa y el monte, entre el jardín y la aguada, como en gran desfiladero, la tropa no dejó nada. Tiró postes y alambrados, quebró porteras y plantas, mató a mi perra más vieja por quedar quieta, espantada.
Cuando la nube de polvo se aquietó en torno a la casa, pude apreciar la asamblea reunida cerca del agua y aunque no puedan creer, yo vi inocencia en sus caras.


*
Estampida - Ramiro Ramírez (Colombia)