Datos personales

Mi foto
Montevideo, Uruguay
Escribo desde siempre. Sin pretensiones intelectuales, ni locas vanidades de reconocimiento. Alentada por la persona que más amé en el mundo, a quien agradezco y humildemente dedico este blog... a mi madre.-

viernes, 10 de julio de 2009

PAN



Después de haberle pedido leña, el hombre salió encantado a buscar la carretilla para llevarla al leñero.- Sabía que si la cocina se prendía tan temprano, era porque habría algo rico para acompañar la merienda.- Y se fue a golpear madera, a trozar con el hacha los rolos de cernos rojizos y al entrar en calor imaginaba arrolladitos de crema pastelera, torta de chocolate con almendras, tal vez alguna isla flotante que comería como postre a mediodía, en fin, Martín seguía golpeando y saboreando.- En el monte de eucaliptus los golpes se expandían con el eco y los pájaros callaban.-
Sin embargo en la cocina, el proyecto era más simple, primitivo y cotidiano, el proyecto era hacer pan.-
La unión de la tibia y espumosa levadura al resto de los ingredientes, en ese amasado rítmico, implacable y algo cansador, se me antojaba obra de alquimistas o como de aquellos magos de cuentos antiguos que fabricaban pociones de fórmulas secretas.-
Luego, la verdadera magia se apoderaba realmente de la cálida cocina.- Aquel bollo leudando, creciendo, duplicando su volumen bajo extraña ley física.-
Martín llega con la carretilla alta de leña y se ofrece para apilarla bajo la cocina de hierro, sólo para tener la oportunidad de cotejar la realidad con sus cavilaciones, pero no logra ver más que aquella redondez que aumenta.-
Más tarde aquella masa toma forma y desde el horno se empieza a sentir el aroma inconfundible del pan que va inundando, poco a poco toda la casa.-
Es casi mediodía, Martín desensilla el caballo y entra dispuesto a tomar unos mates antes del almuerzo.- Sobre el mantel a cuadros, una hogaza caliente y brillante de pan de campo.- Lo corta con las manos, crocante por fuera y humeante en su interior; lo unta con un poco de manteca que, al simple contacto, se derrite y chorrea y al llevarlo a la boca piensa en cómo le gustaría aprender a rezar, sólo para agradecer el bendito pan de cada día.-

2 comentarios:

  1. El mundo que describes bien podría estar a años luz del mundo en que vivimos, parece mentira que exista un paraje de paz entre tanto alboroto que andamos. Así da gusto. Esto engendra tranquilidad. Muy bonito.

    ResponderEliminar
  2. Es cierto lo que dices, pero por suerte no muy lejos de aquí, todavía hay lugares tranquilos donde se aprecian las cosas cotidianas más sencillas como si fueran grandes acontecimientos.- Me alegra que te haya gustado.-

    ResponderEliminar