Dos veces por semana, a setecientos metros de distancia, veo pasar el ómnibus que viene de Montevideo.- El chofer ya conoce las vueltas del camino y a veces desde lejos, con los brazos en alto, saludo y me responde con un gran bocinazo.- Es como el fuerte abrazo que se dan dos amigos.- Y lo veo alejarse subiendo por el cerro rojizo y polvoriento.-
Pero hoy fue bien distinto, pasó en el momento que estaba distraída, buscando entre la leña, algunas hojarascas para iniciar el fuego que atropelle a este invierno y me olvidé de verlo.-
Con un simple empujón certero y a medida, la carretilla gira con el tesoro hallado: ramas de sauce blanco, cáscaras de ciprés, semillas de eucaliptus y algún leño también.- Me voy imaginando un fuego perfumado que entibiará mi casa con esencias silvestres y entre aromas de monte me sentaré a un costado con mis ojos de fiesta entre brasas ardientes.-
Pero es tan sólo un sueño, yo sigo empujando mi vieja carretilla y la perra enojada, le gruñe a la ruedita y no para de ladrar.- Al fin miro a lo lejos y veo que mi amigo sigue su recorrido habitual y tranquilo, sin embargo a la distancia, alcanzo a divisar que el porterón de casa ostenta un colgamento, que a veces por el viento se parece a bandera, entonces me resuelvo y salgo a caminar.-
El pasto está encharcado del último chubasco y el cielo tiene nubes de plomizo color, las aves que se asustan emprenden vuelos bajos y el viento sibilante enreda mis cabellos sin orden ni razón.-
Alguna que otra gota helada precipita y me apuro a llegar al borde del camino y allí, efectivamente se encuentra resguardada en un tosco envoltorio, una pequeña carta; si bien no tiene nombre, va dirigida a mí.-
Y el corazón me estalla de un goce inexplicable apenas semejante a aquellas navidades de insomnios expectantes para ver los regalos dejados bajo el árbol.-
- “A usted” – dice la carta.-
- “A usted que me saluda, yo quiero agradecerle que cada vez que paso, usted es como un ángel de un campo desolado.- Su sombrero con flores, agitado en el cielo, es la señal que busco junto a mis pasajeros que, al pasar por su casa, todos cambian de asiento y juegan a decir quién la verá primero”.-
“Yo quisiera decirle que usted me da el aliento para seguir el viaje con ánimo contento y que todo mi coche festeja esos momentos…”
Y me quedé dormida sentada junto al fuego, la carta que leyera, al suelo se cayó.- Yo sueño con mil manos agitadas al viento y mi perra dormida, gruñe bajo el sillón.-