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Montevideo, Uruguay
Escribo desde siempre. Sin pretensiones intelectuales, ni locas vanidades de reconocimiento. Alentada por la persona que más amé en el mundo, a quien agradezco y humildemente dedico este blog... a mi madre.-

domingo, 5 de diciembre de 2010

LA SOMBRA







Aquel hombre venía con el semblante preocupado. Supe que se trataba de las ovejas de cría, cuando vi arrollado en su recado, el pequeño cuero de un cordero de días.

- Anoche los perros ladraron y salí con el rifle. Había movimiento en la majada; no vi cazadores, caminantes ni alma en pena, así que disparé varias veces y una de ellas a una sombra. Hoy, lo único que he hallado son tres corderos destrozados.

- ¿Y la sombra, qué era, un cristiano?

- No, parece que era solamente una sombra, un aire retobao, una negrura sin rostro aunque yo sentía que me estaba mirando y por eso le disparé.

- Estaré alerta Don Vicente, vaya tranquilo que esta noche no habrá sombra que se me escape.

Mi vecino se fue un poco más aliviado, como si creyera verdaderamente que yo podría solucionar ese misterio.

El sol se ocultó tras el monte entre rayos rojísimos y una uña de luna se aferró a la noche cálida, serena y que poco a poco, iba quedando fresca. Cebé unos mates para entretener la espera meciéndome en la vieja reposera y de a ratos, cabeceando un sueño.

Fue cerca de medianoche cuando desperté entre los lengüetazos y llantos de mi perra. Al incorporarme, pude sentir claramente la misma sensación que el viejo Don Vicente me había relatado la tarde anterior: yo estaba siendo observada.

Salí al portón rifle en mano. Cada vello de mi piel erizada me indicaba peligro. Allí estaba la sombra. Tenebrosa y oscura entre las casuarinas siniestramente silbadoras. Alumbré con la linterna y el espanto me inmovilizó. Pude ver un reguero de sangre que llegaba justo hasta el monte de pinos.

- ¿Será otro cordero? – pensé.

Alumbré nuevamente en la espesura, deteniéndome en cada movimiento de las hojas y ya cuando creí que nada habría de encontrar, lo vi. Dos luces brillantes, dos focos siniestros, dos ojos enormes amarillos, bellísimos.

Me acerqué cuanto pude hasta observar que esa sombra se tambaleaba y caía sobre el pasto fresco. Un ejemplar hermoso jadeaba agonizante con toda la majestuosidad de una loba herida.















6 comentarios:

  1. Mis aplausos un buen relato magníficamente redactado un abrazo y un beso de este loco

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  2. Es un placer recibirte en mi rincón. Te agradezco tu comentario y también te envío un beso anónimo.

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  3. Destrozado el pobre apereá que 1 halcón atacó. Ave mala. Lo eché con mis gritos. No pude ayudar al apereá... Aún calentito y sangrando. Lo pude enterrar bajo el curupí. ¡Lloré tanto! Pobrecito...

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    1. Pobre apereá, Rosario. Si, al lado del halcón es un animalito indefenso.Menos mal que pudiste enterrarlo y calmar tu corazón.
      Un abrazo grande.

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